Riquezas fatales

Lucas 18:18-34

En presencia de este jefe del pueblo, aparentemente dotado de las más nobles cualidades, cualquiera habría dicho: He aquí alguien que me va a honrar, un discípulo de categoría que es necesario retener. Pero Dios mira el corazón (1 Samuel 16:7), y el Señor sondeó el de este hombre.

“¿Qué haré?”, fue su pregunta. Sobre este terreno Jesús solo pudo recordarle la ley. Pero, ¿qué necesidad tendría de robar, si era rico; por qué matar o presentar un falso testimonio cuando tenía una reputación que cuidar; por qué no honrar a sus padres si le habían dejado una valiosa herencia? En realidad, infringía el primer mandamiento, pues su dios era la riqueza (Éxodo 20:3). La tristeza de este hombre, que humanamente tenía todo para ser feliz (buena posición, fortuna y juventud para disfrutarla), es una prueba, para los que envidian tales ventajas, de que nada de todo esto da la verdadera felicidad. Al contrario, si el corazón se apega a estas cosas, estas son un obstáculo para seguir a Jesús y tener parte en la vida eterna. Él mismo cumplió la obra que nos abrió el acceso a la verdadera vida. Meditemos en cada expresión de los versículos 32-33, recordando que Jesús sufrió así por mí.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"