El juez y la viuda – El fariseo y el publicano

Lucas 18:1-17

La parábola de la viuda y el juez injusto nos anima a orar con perseverancia (Romanos 12:12; Colosenses 4:2). Efectivamente, si un hombre malo termina por doblegarse, con más razón el Dios de amor intervendrá para responder a “sus escogidos”. A veces tarda en hacerlo, porque el fruto que él espera todavía no está maduro; pero no olvidemos que él mismo se obliga a usar de paciencia, pues su amor lo llevaría a obrar rápidamente (final del v. 7). Vendrá un tiempo, el de la tribulación final, cuando este pasaje tomará toda su fuerza para los escogidos del pueblo judío.

El fariseo que confiado en sí mismo presentaba a Dios su propia justicia y el publicano que se humilló sintiendo una profunda convicción de pecado, son moralmente los respectivos descendientes de Caín y Abel, con la diferencia de que este último se sabía justificado. El único título que nos da derecho a acercarnos a Dios es el de pecador. Para el hombre es humillante tener que poner de lado sus propias obras (v. 11), sus razonamientos, su sabiduría, su experiencia. Pero las verdades divinas del reino no pueden ser aprehendidas sino por la simple fe, cuyo verdadero ejemplo es la confianza de un niño. Cuando el Señor venga, ¿encontrará en nosotros tal fe? (v. 8).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"