Juan había exhortado y evangelizado al pueblo (v. 18). Fiel mensajero, había hablado de Cristo y de su poder, después de lo cual y cumplida su tarea, fue retirado.
¡Qué hermoso ejemplo para nosotros, los que deseamos servir al Señor! No tenemos facultades naturales para lograr la conversión de un alma, pero nuestra vida y nuestras palabras deben preparar a quienes nos rodean para recibir al Señor Jesús. No es suficiente llamar al arrepentimiento, hay que presentar al Salvador. Entonces Jesús apareció y, en gracia, tomó lugar con los de su pueblo desde sus primeros pasos en el buen camino. Fue bautizado y luego oró (Lucas es el único en mencionarlo); entonces se produjo la respuesta divina: el Espíritu Santo descendió sobre él. Al mismo tiempo, la voz del Padre se dirigió personalmente a él (en Mateo 3:17 se dirigía a los asistentes):
Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia.
¡Que nosotros también podamos encontrar toda nuestra complacencia en él!
La genealogía del Señor en el evangelio según Lucas se remonta hasta Adán y hasta Dios, atestiguando su carácter de Hijo del Hombre al mismo tiempo que el de Hijo de Dios. Mateo 1:1-17 establece su título de Hijo de David y de Abraham, heredero de las promesas divinas hechas a Israel.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"