Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía… dice Jehová
(Isaías 55:11).
Esta promesa se cumple aquí. Según la divina instrucción, bajo la conducción de sus jefes, el pueblo celebra la fiesta de los tabernáculos con más brillo todavía que en los más hermosos días de Salomón. Demasiado ocupados con el presente reposo, los israelitas habían olvidado el que está por venir, y ese peligro nos asecha también. Ahora que la flaqueza y la ruina son tan evidentes, los ojos se dirigen más fácilmente hacia los gozos del reino futuro, y el carácter de extranjeros (la habitación en los tabernáculos o tiendas) es realizado mejor.
Al principio del capítulo 9, la escena cambia por completo. Los hijos de Israel vuelven a reunirse el día fijado. Esta vez, la finalidad de la reunión es la confesión de los pecados. ¿Hay también, en nuestra vida de creyentes, momentos particulares en que hemos de hacer el balance de nuestras faltas y humillarnos por ellos? Algunos piensan que hay motivos para practicar esa puesta en orden cada sábado a la noche; otros, al final de cada día. Ni los unos ni los otros tienen razón. El juicio de nosotros mismos es una acción continua. Hemos de practicarlo cada vez que el Espíritu Santo nos hace conscientes de un pecado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"