En el versículo 33 tenemos el resumen de todo este capítulo: “Tú eres justo en todo lo que ha venido sobre nosotros; porque rectamente has hecho, mas nosotros hemos hecho lo malo” (comp. Lamentaciones de Jeremías 1:18). El que recibió el testimonio de Jesús "ha puesto su sello a esto, que Dios es veraz" (Juan 3:33, V. M.; véase también Romanos 3:4).
Sellar es formalmente aprobar una declaración, garantizarla y comprometerse a respetarla. Los príncipes, los levitas y los sacerdotes estampan así sus sellos (dicho de otro modo, sus firmas) para confirmar su acuerdo.
De esa larga confesión retengamos todavía dos enseñanzas muy importantes: en primer lugar, para juzgar un mal es necesario remontarse tanto como fuera posible a los orígenes de ese mal por medio de una completa vuelta hacia atrás. La violación de la ley empezó con el asunto del becerro de oro; ¡este, pues, no puede pasar en silencio! (v. 18). Luego, es precisa una confesión: decirle a Dios de una manera general: «Soy un pecador, he cometido pecados», no cuesta nada y no tiene valor a sus ojos. Él aguarda que le digamos: «Señor, soy culpable de tal cosa. Esto es lo que hice o lo que omití hacer» (véase Levítico 5:5).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"