A los hombres de Judá les bastaron cincuenta y dos días para tapar las brechas y reedificar el muro. La mayoría de ellos eran inexpertos en el manejo de la llana y la piqueta. Pero lo hacían con fervor y de todo corazón (cap. 3:20; 4:6). Y, a los ojos del Señor, la abnegación de sus obreros tiene más valor que su capacidad. Además, precisamente él da esa capacidad a los que son abnegados y todo lo esperan de él.
Los esfuerzos de Tobías para intimidar a Nehemías y el apoyo que ese malvado personaje halla en algunos nobles de Judá son las últimas manifestaciones de la hostilidad de los enemigos. De ahí en adelante, con sus muros reconstituidos, Jerusalén aparece a las naciones circundantes
Como una ciudad que está bien unida entre sí
(Salmo 122:3).
Pero todavía es necesario asegurar la vigilancia de ella. Nehemías se preocupa por las puertas y por el establecimiento de guardas (véase Isaías 62:6-7). Otras funciones son atribuidas, inclusive las de dos gobernadores de la ciudad (Nehemías 7:1-2). El uno y el otro merecieron ese cargo: Hanani por su interés por el pueblo (cap. 1:2) y Hananías por su fidelidad y su temor de Dios (v. 2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"