Otros contradictores, los saduceos, vinieron al Señor con una pregunta ociosa. Con su cuento imaginario, pensaban probar lo absurdo –según ellos– de la doctrina de la resurrección. Antes de demostrarles la verdad de la resurrección por medio de las Escrituras, Jesús se dirigió a la conciencia de estos hombres y les mostró que ellos discutían sobre la base incierta (y siempre equivocada) de sus propios pensamientos, sin conocer la Palabra. Es lo que aún hoy hace un buen número de personas, en particular las que pertenecen a sectas de error y perdición. No sigamos nunca a esa gente en sus razonamientos peligrosos.
Derrotados en cuanto al conocimiento de la Escritura, los enemigos de la verdad se unieron nuevamente para atacar (v. 34-40), y recibieron como respuesta un maravilloso resumen de la ley que los condenaba sin apelación. Entonces, a su vez, Jesús hizo una pregunta a sus interlocutores que les cerró la boca. Rechazado, Aquel que es a la vez el Hijo y el Señor de David, iba a ocupar una posición gloriosa. Y los que contra viento y marea querían seguir siendo sus enemigos, hallarían también el lugar que les estaba reservado… por estrado de sus pies (v. 44).
Es impresionante ver a personas, tan empeñadas en seguir su propio camino, que se niegan a aceptar las más claras enseñanzas bíblicas (2 Timoteo 3:8).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"