La parábola de las bodas del hijo del rey complementa la de los labradores malvados. Muestra lo que pasaría después del rechazo del Heredero. Los judíos, primeros en ser convidados, desecharían la gracia anunciada por los apóstoles (los siervos del v. 3). Entonces estos se volverían hacia las naciones (Hechos 13:46). Dios invita a los hombres: usted también tiene en sus manos Su carta de invitación. Por desgracia, el menosprecio y la oposición son las dos respuestas que Él recibe generalmente (Hebreos 2:3). No basta con ser invitado, es necesario aceptar y venir en la forma ordenada por Dios, es decir, con el vestido de justicia suministrado por el Rey mismo (Filipenses 3:9). El hombre del versículo 11 había pensado que sus propios vestidos servirían. Él representa a todos los que piensan que podrán ser recibidos en el cielo con su propia justicia, a los que se congregan y profesan ser cristianos pero nunca han recibido a Jesús como su Salvador personal (cap. 5:20; Romanos 10:3-4). ¡Qué confusión les espera y cuán terrible será su final!
Sordos a estas enseñanzas, los fariseos y los herodianos le hicieron una pregunta muy estudiada para “sorprenderle”: “¿Es lícito dar tributo a César, o no?”. Pero Jesús, discerniendo la trampa envuelta en lisonjas, les dio una inesperada contestación: “Dad, pues, a César lo que es de César”, devolviendo así la flecha a los que la habían lanzado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"