El Hijo del Dios viviente, la Iglesia y el Reino

Mateo 16:13-28

La pregunta que Jesús hizo a sus discípulos nos muestra que las opiniones con respecto a Él estaban divididas, y esto se mantiene hasta hoy. Pero usted, ¿puede decir quién y qué es él para usted? El Padre inspiró una magnífica confesión a Simón: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”(v. 16). Este es el firme fundamento sobre el cual el Señor ha edificado su Iglesia, de la cual cada creyente, al igual que Simón, ha venido a ser una piedra viva. ¿Cómo podrían las fuerzas del mal prevalecer en contra de lo que pertenece a Cristo y que fue por Él mismo construido? Y Jesús honró a su discípulo con una misión especial: la de abrir (por sus predicaciones) las puertas del reino a los judíos y a las naciones (Hechos 2:36; 8:14; 10:43). Desde entonces Jesús, refiriéndose a la Iglesia, hablaba al mismo tiempo del precio que pagaría para adquirirla: sus sufrimientos y su muerte. Pero el pobre Pedro que un instante antes había hablado “conforme a las palabras de Dios” (1 Pedro 4:11), aquí se volvió el instrumento de Satanás, quien buscaba desviar a Cristo de su camino de obediencia, pero enseguida fue descubierto y rechazado.

Jesús, quien fue el primero en avanzar por la vía del completo renunciamiento, no ocultó lo que significa seguir en pos de Él (comp. cap. 10:37-40). ¿Estamos dispuestos para seguirle, cueste lo que cueste? (Filipenses 3:8).

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"