Una vez más los fariseos pidieron una señal (cap. 12:38), y una vez más Jesús les recordó la señal de Jonás, figura de su próxima muerte. Los cristianos que hoy hemos llegado a la víspera del retorno del Señor Jesús tampoco tenemos que esperar más señales antes de su venida. Nuestra fe descansa en la promesa del Señor y no en signos visibles: de otra manera no sería fe. Y, sin embargo, ¡cuántos indicios nos muestran que estamos llegando al final de la historia de la Iglesia en la tierra! El orgullo del hombre crece más que nunca; el mundo cristianizado manifiesta los caracteres anunciados en 2 Timoteo 3:1-5. También hay señales exteriores: el pueblo judío vuelve a su país; las naciones europeas tratan de unirse en el marco del antiguo imperio romano… Abramos los ojos, levantémoslos hacia el cielo: Jesús viene.
El Señor dejó a los incrédulos y se fue (v. 4). Pero sus propios discípulos también lo entristecieron por su falta de confianza y de memoria, así como lo afligieron en el capítulo 15:16-17. Y nosotros, ¿no nos asemejamos a ellos muchas veces? Recordemos la exhortación que Dios nos hace por medio de Pedro: “Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:7).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"