“El discípulo no es más que su maestro” (v. 24): no puede pretender ser tratado mejor que Él. Que sea cristiano o judío del tiempo de la tribulación venidera, el verdadero discípulo tendrá que contar con una oposición semejante a la que Jesús encontró por parte de un mundo injusto y cruel. Pero será la oportunidad de gustar todos los recursos de la gracia, esa gracia maravillosa que conoce y cuida al rescatado (v. 30; véase 2 Corintios 12:9-10).
Al creyente fiel no solo lo alcanza el odio del mundo, sino también frecuentemente la hostilidad de su propia familia (v. 36). ¡Pero no se desanime! El Señor lo ha anunciado de antemano y tiene recursos para ello.
Tomar su cruz es llevar la señal de los condenados a muerte. Dicho de otro modo, es demostrar que se han abandonado los placeres mundanos, que se ha dejado de lado la propia voluntad. Desde el punto de vista humano, esto significa perder su vida. Mas desde el punto de vista divino, el Maestro declara que es la única manera de ganarla. Pero tiene que ser por un motivo esencial: por amor a Él (2 Corintios 5:14-15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"