Los doce discípulos han pasado a ser apóstoles. Al citarlos, Mateo el publicano recuerda su origen (véase cap. 21:31). Después de haber sido instruidos por las palabras y el ejemplo del divino Maestro, son enviados (ese es el sentido de la palabra apóstol) como obreros a la mies. Un niño no seguirá siendo niño y yendo a la escuela toda la vida, es evidente, pero en cierto sentido el creyente siempre está en la escuela de Dios. Pero tarde o temprano tendremos que haber aprendido lo esencial de nuestras lecciones, en particular la de nuestra incapacidad. Solo entonces el Señor podrá utilizarnos.
Notemos algunos puntos importantes: es el Señor quien llama, califica, envía, dirige, sostiene, alienta y recompensa a sus siervos. Ellos no van por su propia voluntad ni mandados por los hombres. No esperan de estos ningún salario, sino que dan gratuitamente lo que han recibido por gracia. ¡Cómo esas simples verdades han sido perdidas de vista en la cristiandad! Bajo la forma de comités, jerarquías y diversas organizaciones, personas a menudo bien intencionadas se han interpuesto entre el Señor y sus obreros para el más grave perjuicio de estos últimos, y sobre todo, del trabajo que les había sido confiado.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"