Este triste capítulo describe los rápidos y espantosos progresos de la decadencia. En otros tiempos, Gedeón sabiamente había rechazado para él y para su hijo el dominio que se le propuso; pero después, rehaciéndose la carne, él dio al hijo de su concubina el nombre de Abimelec, es decir: mi padre es rey (cap. 8:31). Con astucia y violencia, este se adueña del poder. En contraste, consideremos a Jotam, el más joven de los hijos de Gedeón, el único que se salvó de la horrible masacre de Siquem. No teme decir la verdad y da testimonio a oídos de toda la ciudad, tal como su padre había hecho cuando, tiempos atrás, construyó su altar y derribó el de Baal.
La parábola del rey de los árboles es instructiva para nosotros. Subraya tres cosas que no hemos de dejar de lado sino que debemos guardar con cuidado: 1) el aceite del olivo, figura del Espíritu Santo, único poder del cristiano; 2) la dulzura y el buen fruto de la higuera, dicho de otro modo, las obras de la fe; 3) el mosto que alegra a Dios y a los hombres, imagen de los goces de la comunión con Dios y con los hermanos. Aceptar reinar aquí abajo, o sea ocupar un lugar eminente e inquietarnos por cuestiones mundanas, sería necesariamente abandonar estos excelentes privilegios. ¡El Señor nos guarde a todos de ello!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"