Frente a la inmoralidad y la violencia, la paciencia de Dios tiene un límite

Génesis 6:1-12

Pedro, al igual que Judas, hace alusión al tiempo anterior al diluvio en el cual hubo ángeles que “no guardaron su dignidad” o que “pecaron” y que sufren las consecuencias (2 Pedro 2:4; Judas v. 6 y 7). Los hombres se han multiplicado en la tierra al igual que el mal en sus dos formas: corrupción y violencia (v. 11). La humanidad, ¿es mejor en nuestra época? Todo nos muestra que no. Y la Escritura nos previene:

Los malos hombres… irán de mal en peor.
(2 Timoteo 3:13)

Hoy día, como entonces, la gloria de los hombres valientes y de renombre (final del v. 4) –trátese de héroes, campeones deportivos, artistas…– puede ir a la par con la peor corrupción.

Pues Dios mira el corazón de los hombres y no sus proezas (1 Samuel 16:7). El versículo 5 nos da a conocer el resultado trágico de este examen: el designio de sus pensamientos no es más que maldad de continuo.

El corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida.
(Eclesiastés 9:3; ver también Jeremías 17:9)

Entonces Dios se arrepiente de haber hecho al hombre. No hace falta decir que Dios jamás se equivoca. Pero la maldad del hombre lo obliga a cambiar de disposición. Dios decide, pues, quitar de la tierra a su criatura, excepto a Noé (y su familia), el único que camina con Él.

Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"