Noé obedeció no solamente construyendo el arca, sino también haciéndola, en todos los detalles, conforme a lo que Dios le mandó (cap. 6:22). Ahora obedece para entrar en el momento en que la orden le es dada (v. 5). En la obediencia a Dios reside nuestra seguridad. Noé, hombre piadoso, va a hacer literalmente la experiencia del Salmo 32:6.
El versículo 16 nos recuerda que otra puerta –la de la gracia– está abierta todavía hoy, pero ¿por cuánto tiempo? “Y se cerró la puerta”, anuncia solemnemente Mateo 25:10. Lector: ¿de qué lado de esta puerta estará usted? ¿Dentro, con Jesús y los suyos? ¿O fuera, con todos los que llamarán en vano y a los cuales el Señor deberá responder:
No sé de dónde sois?
(Lucas 13:27)
Observemos que Dios mismo cierra la puerta del arca tras Noé, los suyos y todos los animales. Aunque lo hubiera querido, Noé ya no podía abrirla más, a quienquiera que fuese. Ahora que Dios ha proporcionado un medio de salvación, puesto a los suyos al abrigo y cerrado la puerta del arca, puede abrir las ventanas de los cielos (Malaquías 3:10).
Bajo el aspecto profético, Noé y su familia representan al residuo de Israel que, después del arrebatamiento de la Iglesia (simbolizado por el de Enoc), atravesará sano y salvo la gran tribulación final y será introducido en el mundo nuevo del milenio.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"