Después del fracaso de la descendencia de Caín, es como si Dios retomara la historia del hombre desde el comienzo (v. 1, 2). Tenemos aquí la sucesión de los nombres que forman lo que ha sido llamado «el hilo de oro de la fe», el que a través de las generaciones conducirá hasta el Mesías: la “simiente” de la mujer prometida después de la caída. En esta familia no se ve mucha actividad, como en la de Caín. El paso del hombre de Dios por la tierra deja pocos rastros. No contribuye mucho al progreso del mundo y la historia no tiene gran cosa que decir de él. Nace, sirve humildemente a su Dios, tiene hijos y muere.
Sí, la muerte, consecuencia del pecado, está presente; el breve resumen de la larga vida de cada uno de esos patriarcas termina con estas palabras inexorables: “y murió” (repetido ocho veces). Satanás, el mentiroso, había afirmado: “De seguro que no moriréis” (3:4; V.M.), pero Dios ordenó: “Al polvo volverás” (3:19), y este capítulo 5 nos da una solemne confirmación de ello. Sin embargo, Adán y sus primeros descendientes alcanzaron edades extraordinarias. Dios lo permitió para que, mientras apareciera la Escritura, la verdad se transmitiese oralmente por la menor cantidad posible de intermediarios (apenas siete entre Adán y Moisés).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"