Las palabras de la ley se debían escribir “muy claramente” en piedras grandes revocadas con cal, deslumbrantes de blancura, y colocarlas en un lugar visible sobre una montaña, como testimonio para todo Israel. Nadie podría alegar no conocerla. Nosotros que tenemos la Biblia entera a nuestro alcance somos aún más responsables.
Este monumento para glorificar la ley nos hace pensar en el magnífico Salmo 119 que despliega en sus 176 versículos las maravillas de la Palabra de Dios y lo que esta es para el fiel. Este salmo empieza por proclamar la bendición de “los que andan en la ley de Jehová”.
Pondrás la bendición sobre el monte Gerizim, y la maldición sobre el monte Ebal,
(cap. 11:29)
había sido ordenado. ¡Ay!, nunca oímos a las tribus pronunciar la bendición. En efecto, el pueblo se hallaba “bajo la ley”, y “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición” (Gálatas 3:10). Maldito… maldito… maldito… fue la sentencia que Israel tuvo que oír doce veces (v. 15-26). Pero el mismo pasaje de Gálatas anuncia que “Cristo nos redimió de la maldición de la ley” al tomarla sobre sí (cap. 3:13). Desde entonces, ya no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia (Romanos 6:14).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"