La felicidad del hombre en Edén será de corta duración. El diablo, en forma de una serpiente, se introduce en el jardín y se gana la confianza de la mujer, al mismo tiempo que insinúa la desconfianza hacia Dios. Éste no los ama –sugiere– puesto que los priva de una ventaja tan grande. No solamente no morirán, sino que serán “como Dios” (v. 5). El engañador siembra así el orgullo y la envidia en el pobre corazón humano (en contraste leer Filipenses 2:6).
La concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado…
(Santiago 1:15)
Desgraciadamente el hombre fue engañado, pues el conocimiento del bien y del mal no le dio ninguna fuerza para hacer el bien ni para evitar el mal. Su primer efecto fue hacerle tomar conciencia de su desnudez: lo que es por naturaleza, un estado del que tiene vergüenza.
El delantal de hojas de higuera que se confecciona no hace más que ilustrar los vanos esfuerzos de la humanidad por esconder su miseria moral. Pero “todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta” (Hebreos 4:13).
¿Dónde estás tú? (v. 9)
¿Has comido del árbol…? (v. 11)
¿Qué es lo que has hecho? (v. 13)
Todas estas preguntas son terribles y excluyen cualquier excusa.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"