En seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó (encontró alivio).
(Éxodo 31:17)
Él mismo encuentra satisfacción en el gozo que ha preparado para su criatura. En la creación admiramos la potestad de Dios, quien es capaz de disponer millones de estrellas en la inmensidad del cielo, de imponer límites al mar, de controlar las fuerzas del relámpago y del viento, como también de formar un hombre con un puñado de polvo (Salmo 8:3).
Admiramos igualmente su sabiduría, la cual midió el tiempo y las estaciones, estableció un equilibrio en toda la naturaleza, dio leyes a las plantas e instintos a los animales (Salmo 104:24). Pero también admiramos su misericordia. Hizo los cielos, extendió la tierra sobre las aguas, estableció grandes lumbreras… “porque para siempre es su misericordia” (Salmo 136). Con la ternura de una madre que ha preparado de antemano todo lo necesario para el niño que va a dar a luz, Dios pone al hombre en unas condiciones ideales. Lo instala en un jardín de delicias en el cual no tendrá más que gozar del reposo de su Creador. Al soplar en su nariz “aliento de vida” (v. 7), Dios hace de él (a diferencia del animal) un alma viviente e imperecedera, responsable ante Él.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"