Desde Horeb, su punto de partida, Israel se dirige hacia Canaán, a través del “grande y terrible desierto”. Y la triste escena de Cades-barnea se presenta nuevamente ante nuestros ojos. Aquí vemos que fue a petición del pueblo que los hombres fueron enviados a explorar la tierra (v. 22), lo que no especificaba el capítulo 13 de Números. La raíz del mal estaba allí, en la falta de confianza en Dios. Querían comprobar sus declaraciones. Y cuando andamos “por la vista” y no “por la fe”, el enemigo se apresura a hacernos retroceder colocándonos obstáculos que parecen insalvables (v. 28).
A causa de su incredulidad, toda esa generación cayó en el desierto, excepto Josué y Caleb. La epístola a los Hebreos se sirve de este ejemplo para advertir a todos los que en la actualidad todavía endurecen sus corazones al oír la Palabra de Dios. Esta de nada sirve cuando no viene “acompañada de fe” (Hebreos 4:2).
“Porque Jehová nos aborrece” (v. 27), gime el miserable pueblo. ¿Cuál es el aspecto más triste de la incredulidad? Que se atreva a dudar de un amor que, sin embargo, ha sido comprobado, el amor de un Dios que no perdonó en la cruz a su propio Hijo (Romanos 8:31-32).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"