La victoria de Horma se obtiene cuarenta años después de la derrota que lleva el mismo nombre (cap. 14:45). Es triste comprobar que inmediatamente después surge el desánimo:
No hay pan ni agua (v. 5).
El maná no escasea, pero es despreciado. La roca ha sido golpeada, pero se olvida hablarle. ¡Imagen clara de lo que se produce cuando descuidamos tanto la Palabra como la oración! No utilizar estos recursos es hundirse en el desánimo y en las quejas, es exponerse a los ataques de Satanás. La mordedura de las serpientes lleva a Israel a sentir y a confesar sus pecados. Moisés intercede una vez más y Jehová prescribe un remedio: la serpiente de bronce colocada en un asta. Una sola mirada hacia ella traía la curación. El Señor Jesús, en su charla con Nicodemo, explica el alcance espiritual de este episodio del desierto. La serpiente de bronce levantada por Moisés es el Hijo del Hombre levantado en la cruz, es Cristo hecho pecado por nosotros (2 Corintios 5:21), asimilado al poder del mal para sufrir la condenación del mismo. ¡Tal es la medida del amor de Dios por el mundo! (Juan 3:14-16). Querido amigo que lee estas líneas, ¿ha dirigido su mirada de fe hacia la obra del Salvador hecha en la cruz? ¿Tiene la vida eterna?
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"