Según su petición, Moisés es relevado de una parte de sus responsabilidades, las cuales pasan a manos de setenta ancianos. Ya, en el capítulo 4 de Éxodo, Aarón le había sido designado como auxiliar para “servirle en lugar de boca”. Resulta humillante pensar que a veces nuestra falta de fe obliga al Señor a dar a otros una parte de nuestro trabajo. Los ancianos son convocados a reunirse junto a la tienda, donde el Espíritu viene sobre ellos.
Allí se enteran de que dos de estos hombres, Eldad y Medad, se han quedado en el campamento y están profetizando. Josué quisiera impedírselos (comp. con Lucas 9:49). Pero para Moisés esto es motivo de gozo. Pablo también se regocijaba al ver que el evangelio era predicado, aunque algunos lo hacían “por envidia y contienda” (Filipenses 1:15-18). Si Dios nos ha mostrado el camino de separación “fuera del campamento” religioso de la cristiandad, guardémonos de juzgar con un espíritu de superioridad a los creyentes quizá más piadosos y entregados que nosotros, quienes no han comprendido esta separación. Todo cuanto poseemos o conocemos lo debemos a la pura gracia de Dios.
Uno puede imaginar lo que rápidamente llegó a ser del montón de codornices bajo el sol del desierto. Gálatas 6:8 nos advierte que
el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción.
(Gálatas 6:8)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"