Israel no tenía que hacerse ninguna pregunta referente a las etapas a través del desierto. Cada puesta en marcha y cada alto se verificaba por “mandato de Jehová”. ¿Se levantaba la nube? Entonces tenían que ponerse en marcha, incluso si acababan de llegar o si les gustara el lugar de estancia. ¿Y si se posaba sobre el tabernáculo? Era menester acampar sin ir más lejos. Tan indispensable era la dirección divina para acampar como para partir, fuera de noche o de día. Hermosa figura de la dependencia constante que conviene a los redimidos del Señor, y que él mismo vivió perfectamente. A pesar del mensaje que recibió de las hermanas de Lázaro y del amor que sentía por los miembros de esa familia, Jesús no fue a Betania sino dos días más tarde, cuando conoció la voluntad de su Padre (Juan 11).
Cuando la voluntad de Dios era revelada, las trompetas de plata de los sacerdotes daban la señal de los diversos movimientos del pueblo. Resonaban para llamar a las reuniones (v. 3-4), a las salidas (v. 5-6), a las batallas (v. 9) o a las fiestas solemnes (v. 10). Estas trompetas nos hablan del testimonio de Dios, dado tanto en la reunión de los santos como en su marcha, en sus combates, en su culto. En medio de un mundo enemistado, la Palabra nos exhorta:
No te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor.
(2 Timoteo 1:8)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"