Cuando la nube se alzaba para salir, las trompetas resonaban, el pueblo se reunía, los levitas desmontaban el tabernáculo y cada uno se ponía en orden de marcha. Luego la trompeta volvía a tocar “alarma” y las tribus reanudaban su viaje según el orden de sus banderas.
Los cristianos de hoy aguardan la señal de la gran partida. El Señor volverá “con trompeta de Dios” para arrebatar a su Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16). Pero esta no puede olvidar a los que todavía quedan atrás. Con el Espíritu, ella se vuelve hacia el mundo diciendo:
el que tiene sed, venga.
(Apocalipsis 22:17)
Es lo que parece decir Moisés a Hobab: ven a disfrutar con nosotros el bien que Dios ha prometido hacer a los suyos. Pero, ¿por qué le pide luego su ayuda para dirigir al pueblo a través del desierto? No lo juzguemos con demasiada severidad, pues a menudo estamos dispuestos a confiar más en los consejos humanos que en las indicaciones del Señor. Como para recordar quien es el que conduce a los suyos, el versículo 33 muestra el arca tomando la delantera para asegurar al pueblo un “lugar de descanso”. El camino de tres días por el cual Cristo pasó al atravesar la muerte por nosotros, abre “un camino nuevo y vivo” a un pueblo resucitado marchando hacia el reposo celestial.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"