Ha transcurrido un año desde la salida de Egipto. Jehová comunica a Moisés sus instrucciones para celebrar este gran aniversario. La cristiandad celebra todos los años el nacimiento y la muerte del Señor. Pero después muchos no piensan más en ello hasta el año siguiente. Los redimidos del Señor, por el contrario, tienen el privilegio de recordar juntos sus sufrimientos y su muerte cada primer día de la semana, al participar en la Cena que él instituyó.
En Israel la gracia daba un recurso para aquel que estuviera impuro o de viaje. El Señor conoce las circunstancias de los suyos y responde a ellas por su misericordia, pero no cambia nada de su propia medida. Aun en el segundo mes, la fiesta debía celebrarse según los estatutos de la pascua (v. 12). Así como era necesaria la confesión de las faltas (v. 7), la Palabra invita al creyente a que se juzgue, que se pruebe a sí mismo antes de tomar la Cena del Señor (1 Corintios 11:28). Participar de ella hoy día no es una obligación a la que hemos de someternos so pena de muerte, como en el tiempo de la pascua (v. 13). ¿Acaso por eso el deseo del Señor tiene menos valor para el corazón del redimido? Con el pretexto de que ya no es una obligación, ¿resulta menos grave abstenerse? cuando el Señor dijo al dar la copa a los suyos:
Bebed de ella todos.
(Mateo 26:27)
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"