A la descripción de las santas vestiduras de Aarón, el versículo 3 le añade un detalle que no da el capítulo 28: hilos de oro debían ser bordados entre los hilos con que estaba tejido el efod. La gloria divina de nuestro Sumo Sacerdote brilla en medio de todos los caracteres de su santa humanidad. Contemplémosle en los evangelios. Duerme sobre un cabezal, pero un instante después impone silencio al viento y al mar. Llora en la tumba de Betania, pero eso sucede inmediatamente antes de resucitar a Lázaro. Paga el impuesto, pero con una moneda encontrada en la boca de un pez creado por Él. A cada instante el oro de su divinidad aparece en las circunstancias más ordinarias de su vida de hombre, y de hombre de dolores. Este carácter inseparable de las glorias de Jesús es subrayado por los cordones en forma de trenza, los engastes de oro, los anillos que unían entre sí firmemente todos esos vestidos. No se puede quitar o poner en duda una verdad concerniente a la bendita persona de Cristo sin que, en cierta medida, le despojemos enteramente. Por desgracia, la historia de la Iglesia da cuenta de muchos ejemplos de gente audaz que no ha temido hacerlo. ¡Quiera Dios ayudarnos a reconocer con inteligencia y adoración todas las perfecciones morales, oficiales y personales de las que está vestido el Señor Jesús!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"