Dios hace consignar, por medio de los levitas, el inventario exacto de todo lo que se ha hecho y dado para su casa. No olvida nada; recuerda hasta la menor estaca y el corchete más pequeño, sabiendo lo que le ha costado a cada uno el material que ha traído. El Señor Jesús, sentado frente al tesoro del templo, miraba cómo la multitud echaba sus ofrendas en el arca, y apreció mucho las dos blancas de una viuda pobre, pues esta moneda significaba para ella un completo renunciamiento: era “todo su sustento” (Marcos 12:41-44).
La fuente de bronce mencionada anteriormente tiene el mismo lenguaje. Ella había sido hecha con los espejos de las mujeres que habían salido tras Moisés para velar a la puerta del tabernáculo de reunión (v. 8). En la presencia de Dios y a causa del interés que sentían por Su casa, su corazón les había llevado a renunciar a ocuparse de ellas mismas, tal como lo sugieren los espejos (Mateo 16:24-25). Eso Dios también lo aprecia y lo menciona en su Palabra. La plata de los empadronados ha servido para fundir las basas de plata de las tablas y los capiteles. Todo reposa sobre la gloriosa redención de la cual la plata es figura (ver Números 3:48); sobre ella también se apoya individualmente cada rescatado por medio de la fe para mantenerse en pie.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"