Era de esperar: “estas cosas y esta fidelidad”, agradables a Dios, eran insoportables al gran enemigo. No dejaron de excitarle contra Judá y contra su rey.
La alegría que podamos gozar en el Señor no debe hacernos olvidar la presencia del adversario que busca a quien devorar (1 Pedro 5:8). Satanás, pues, pasa al ataque. Impulsa al poderoso rey de Asiria contra Jerusalén, el cual comienza por dirigir al pueblo un discurso amenazador y pérfido: «Ezequías –les dice– os entrega a la muerte por hambre y sed» (v. 11). ¡Pura mentira! Las cámaras del santuario ¿no estaban abundantemente provistas? (cap. 31:10-12). Y gracias al acueducto que el rey acababa de construir (comp. v. 4 con 2 Reyes 18:17; 20:20), llegaba agua fresca al interior mismo de la ciudad.
Todavía hoy día, el Mentiroso habla así. Si se le escucha, seguir junto a Jesús significa exponerse a la penuria y las privaciones. ¡Pero sabemos que es absolutamente lo contrario! Cristo es el pan de vida (Juan 6:48-51), es la fuente de aguas vivas (Juan 7:37), mientras que afuera impera la sed (v. 4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"