El reinado de Manasés establece un doble récord: el de la duración (cincuenta y cinco años) y el de la maldad. ¿Qué explica esa excepcional duración, mientras que la iniquidad era particularmente insoportable ante la mirada de Jehová? Con admiración lo comprendemos: es la paciencia de la gracia. No olvidemos que esta caracteriza los dos libros de las Crónicas, desde el principio hasta el fin. Después de haber hablado a Manasés y a su pueblo –pero sin ser escuchado (v. 10)– Jehová emplea el idioma de las cadenas y del cautiverio, el cual finalmente es escuchado. El ejemplo de Manasés nos enseña que no hay pecador demasiado grande, cuyo corazón Dios no pueda cambiar. Y de toda la Escritura, este relato es uno de los más alentadores. Nunca pensemos que una persona está demasiado hundida en el mal para poder ser salva.
En el reinado del impío Manasés también tenemos abreviada la historia profética de Israel. El nombre de ese rey significa «olvido», y nos recuerda la declaración de Jehová:
Mi pueblo se ha olvidado de mí por innumerables días
(Jeremías 2:32).
El actual exilio de Israel, bajo el yugo de las naciones, es la consecuencia de ese abandono. Pero, como para Manasés, será asimismo el medio para despertar por fin su conciencia y su corazón.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"