Los israelitas que respondieron al llamado de Ezequías gozaron grandemente de la presencia de Jehová. Ahora se van llenos de celo, destruyendo por el país toda huella de la religión de los ídolos. Al experimentar personalmente el valor del verdadero culto a Dios, ahora reconocen cuánto se habían apartado de él anteriormente.
Es una verdad de gran importancia. Para ser capaz de juzgar el mal, primero se debe encontrar al Señor. Es inútil exhortar sencillamente a alguien a rechazar el mundo y sus ídolos. Empecemos por conducir esa persona a Jesús; esto dará sus frutos. Tal es la lección que Ezequías nos da aquí.
La beneficencia no se separa de los demás sacrificios (véase Hebreos 13:15-16). Las primicias y los diezmos se amontonan en ocasión de las dos grandes fiestas anuales que seguían a la Pascua: Pentecostés en el tercer mes, y los Tabernáculos en el séptimo (v. 7). El rey toma de sus propios bienes lo que es necesario para los holocaustos. Y el pueblo lo imita, como ya lo había hecho al destruir los falsos dioses. La fuerza del ejemplo es más grande que la de las palabras. En lo que nos concierne, no lo olvidemos (véase 2 Tesalonicenses 3:7-9).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"