Por segunda vez Moisés está con Jehová en la montaña durante cuarenta días. Como consecuencia de lo que ha sucedido, Dios se da a conocer como un “Dios celoso” (v. 14), deseoso de ser el único objeto de la adoración de su pueblo. No porque los ídolos le causen el más pequeño perjuicio. ¿Qué rivalidad puede existir entre el Creador de los mundos y los dioses de oro, de piedra o de madera, obras de manos de hombres? Pero es “celoso” porque sabe que la felicidad de los suyos consiste en no amar a nadie más que a Él, y que los ídolos siempre los desilusionarán. También lo es porque el débil amor de ellos tiene gran valor para su corazón. La primera epístola de Juan, la que más nos habla del amor divino, termina haciendo esta exhortación:
Hijitos, guardaos de los ídolos.
(1 Juan 5:21)
Los moradores del país te serán un tropezadero, previene Jehová, quien conoce a la vez la trampa y nuestra tendencia a caer en ella (v. 12). Añade: “Y te invitarán” (v. 15). Tengamos valor para rehusar las invitaciones de compañeros o colegas del mundo. Mejor aun: manifestemos una conducta tal que los que deseen invitarnos sepan primero quiénes somos (1 Reyes 1:9-10).
Con relación a sus derechos, Jehová repite aquí algunas de las instrucciones de los capítulos 21 a 23.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"