David consagró toda su fuerza en preparar un palacio para Jehová.
Preguntémonos, de paso, si en realidad el palacio de nuestro corazón “no es para hombre” (generalmente el yo), mientras que debería ser para el Señor (v. 1).
El “afecto” del rey por esta casa (v. 3) lo condujo a dar para ella grandes riquezas de su propiedad. ¡Cuánto más grande es el amor de Jesús! El evangelio nos habla de un mercader que vendió todo lo que tenía para comprar una perla de gran precio (Mateo 13:45-46). Efesios 5:25 nos da la interpretación de esta parábola:
Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella
(véase también 2 Corintios 8:9).
Solo Jesús tuvo el poder para hacer esto. Pero, en cuanto al servicio de amor, él nos dice, como a sus discípulos: “Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:15).
El ejemplo de David dio frutos. Todos los hombres que lo oyeron ofrecieron voluntariamente oro, plata y piedras preciosas para edificar la Casa de Dios (véase 1 Corintios 3:12). Fue un gran gozo para David… y lo es para el Señor, cuando nuestro corazón está al unísono con el suyo.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"