Solemnemente David entrega a su hijo Salomón todo lo que preparó para la casa de Dios. Pensamos en esta insondable declaración del evangelio:
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano
(Juan 3:35).
Desde el pórtico hasta la más pequeña copa, todo es objeto de precisas y detalladas instrucciones. La inteligencia de esas cosas fue dada a David por escrito, por la mano de Jehová puesta sobre él (v. 19).
Para comunicar sus pensamientos, Dios se valió de escritores inspirados. Los sesenta y seis libros de la Biblia fueron redactados por unos cuarenta autores muy diferentes, durante un período de alrededor de 1600 años. Pero un solo y mismo Espíritu dictó todas las páginas del Santo Libro. Por eso, cuando lo leemos, nunca olvidemos que en él Dios nos habla.
El capítulo termina con unas palabras más del padre al hijo. Salomón recibió todo lo que le era necesario. En adelante, debe obrar, contando con el socorro de Jehová. Para nosotros también, que hemos recibido mucho, ¡llega un momento en nuestra vida en que debemos obrar según lo que el Señor aguarda de cada uno! Tendremos que dar cuenta de lo que, por timidez o pereza, hayamos dejado de hacer.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"