El capítulo 27 nos enseña que, al lado de los administradores, también son necesarios los soldados. Para conservar nuestros tesoros, quizá sea necesario combatir, y debemos ser capaces de hacerlo.
En los versículos 25 a 31 vemos que existían otros tesoros. Pese a que eran menos nobles que los del santuario, asimismo debían ser cuidadosamente guardados, porque esos bienes pertenecían al rey (v. 31). Hagamos la cuenta de todo lo que el Señor nos confió. Como ese amo que, al irse lejos, entregó talentos a sus siervos, el Señor dio a cada uno de nosotros cierta cantidad de bienes o de aptitudes, los que debemos utilizar para Su servicio (Mateo 25:14-30).
Aquí se trata especialmente de trabajos agrícolas. Aquellos de nuestros lectores que viven en el campo no deben subestimar la parte que el Señor les dio. Estos también son tesoros, “talentos” confiados por el Señor. No se trata de compararlos con lo que otros recibieron, sino de administrarlos con fidelidad. Allí donde se nos colocó, obremos de manera que algún día el Señor pueda dirigirnos esta palabra de gracia: “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"