Pese a la fidelidad de su rey, el pueblo no se había vuelto a Jehová de todo corazón (Jeremías 3:10). “La desleal Judá” no aprendió la lección del castigo soportado por la “rebelde Israel”. Por eso va a llegar la hora en que esa tribu, a su vez, deberá ser echada del país.
Para cumplir sus designios, Dios se valió de los grandes pueblos de la antigüedad, como también de las naciones modernas, inconscientes agentes de sus propósitos para con Israel. Él domina los sucesos mundiales y los emplea para proteger a los suyos, o, por lo contrario, para disciplinarlos.
Las dos grandes potencias del tiempo de Josías eran Egipto y Asiria. Situados de uno y otro lado de Canaán, esos dos reinos, en perpetuo conflicto, debían atravesar el territorio de Israel para poder combatir. Josías, tomando partido por el rey de Asiria, trató de oponerse al paso de Faraón Necao, pero este lo mató en Meguido. ¿Por qué no se apartó del mundo y de sus alianzas tan cuidadosamente como se apartó del mal? Tomó partido en una disputa que no era la suya y sufrió las fatales consecuencias (Proverbios 26:17).
Joacaz, hijo de Josías, después de un mal reinado de tres meses, cae en poder de Necao. Este lo deporta y lo reemplaza por su hermano Joacim, el que no será mejor.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"