Josías prosigue su valiente trabajo de purificación. Y en medio de los sepulcros de los sacerdotes idólatras, nota otro sepulcro: el del varón de Dios que había anunciado los acontecimientos que ahora se están cumpliendo. Así descansaban esos huesos, unos cerca de otros, destinados a una resurrección diferente. Cuando el Señor venga, distinguirá y resucitará de en medio de los muertos los cuerpos de los creyentes “dormidos” (1 Tesalonicenses 4:13). Los otros serán dejados para la resurrección de condenación.
Josías entiende que, para celebrar dignamente la Pascua a Jehová, toda contaminación debe previamente ser quitada del país. El culto del Dios santo no puede concordar con lo que recuerda el de los ídolos (2 Corintios 6:16-17). Si el creyente quiere pronunciar dignamente el nombre del Señor, debe apartarse de la iniquidad y purificarse de los vasos “para deshonra” (2 Timoteo 2:19-20, V. M.). Estar separados, apartarse, limpiarse, son otros tantos deberes penosos que, sin duda, conducirán a que seamos acusados de orgullo y de estrechez. Pero es lo que Dios nos pide antes que cualquier otro servicio para él. Vemos cuál fue la consecuencia bendita para Josías y el pueblo: “No había sido hecha tal pascua desde los tiempos en que los jueces gobernaban a Israel”.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"