Amón sucede a Manasés. Después de dos años de impío reinado, perece violentamente. Y el pequeño Josías, su hijo, sube al trono a la edad de ocho años. Recordemos que su nombre ya fue pronunciado muchos siglos antes por un profeta que había subido a Bet-el para hablar contra el altar en presencia de Jeroboam (1 Reyes 13:2). Este hijo debía nacerle a la casa de David para cumplir justicia y el juicio. Así, vemos que en presencia del mal que se manifestaba, los pensamientos de Dios desde hacía mucho tiempo se volvían hacia este niño. Pero, desde la eternidad descansaban en el pequeño niño de Belén, quien sería el Salvador del mundo.
El reinado de Josías, como el de su antepasado Ezequías, corresponde a lo que se llama un despertar. En el estado de sueño de la cristiandad, el Espíritu Santo todavía produce, aquí o allá, semejantes despertares. Aquel, del cual Josías es un notable instrumento, se caracteriza: por un nuevo interés por la casa de Dios; por un retorno al santo Libro y, finalmente, por el afán de separarse del mal.
El ejemplo del pequeño rey Josías también hace recordar a todos nuestros hijos que nunca es demasiado temprano para hacer
Lo recto ante los ojos de Jehová
(v. 2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"