No se nos dice nada de los últimos quince años de la vida de Amasías. ¡Son años perdidos! Nada más merece ser mencionado por Dios. ¿No existen semejantes períodos en nuestra vida? Como su padre Joás, Amasías perece violentamente. ¡Es el triste fin de un hombre que se aparta de Jehová! (2 Crónicas 25:27). Su hijo Azarías (llamado también Uzías) le sucede a la edad de dieciséis años, mientras que en Israel prosigue el largo reinado del tercer descendiente de Jehú: Jeroboam II. Como sus predecesores, este permanece apegado a los becerros de oro del primer Jeroboam. No obstante, en su misericordia, Dios continúa liberando a su pueblo, aun por medio de ese malvado rey. ¡Qué paciencia! Y cuán conmovedoras son estas palabras:
Jehová no había determinado raer el nombre de Israel de debajo del cielo
(v. 27; cap. 13:23).
Dios, obligado a castigar, se apresura a aprovechar todas las posibilidades de gracia que le deja su alianza de justicia.
También envía profetas a su pueblo durante este reinado: Oseas, Amós y Jonás, mencionado aquí (v. 25). Por medio de ellos Dios multiplica las advertencias. Más tarde se podrá decir a los hebreos: “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas”, ahora “nos ha hablado por el Hijo” (Hebreos 1:1-2).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"