Eliseo, cuyo nombre significa «salvación de Dios», permanece hasta el fin de su largo ministerio como el profeta de la gracia. Aquí anuncia la liberación al nuevo rey de Israel, Joás, quien lo visita. Hoy en día, ¿dónde encontrar la gracia y la salvación si no es junto a un Cristo que murió por nosotros?
Desgraciadamente Joás no está en condiciones de aprovechar toda la gracia ofrecida. Le falta fe. ¿No somos a menudo como él? Dios nos reserva ricas bendiciones y está dispuesto a dárnoslas. Pero se las pedimos tímidamente, como si él fuese pobre, o como si colmarnos de ellas no fuese su deseo. Mas, esto es conocer muy mal a nuestro Padre. Los límites nunca provienen de él sino de nuestra falta de fe. No tenemos, porque no pedimos (Santiago 4:2).
Eliseo muere, mas esa muerte viene a ser fuente de vida para otros. Aun en la tumba, ese notable profeta es una figura de Cristo (véase Mateo 27:52).
El final del capítulo nos muestra que Jehová, obligado a castigar a su pueblo, al mismo tiempo se conmueve por él con divina compasión (véase Miqueas 7:18-19).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"