La familia real de Israel acaba de ser enteramente exterminada. La de Judá sufre la misma suerte, con excepción de un varoncito ocultado en el templo por su tía, esposa del sumo sacerdote (2 Crónicas 22:11). Y durante ese tiempo, la odiosa Atalía ocupa injustamente el trono.
El tiempo actual presenta una situación parecida: Jesús, habiendo pasado por la muerte (Joás en cambio escapó de ella), hoy se halla en la casa del Padre, ejerciendo en ella el sacerdocio, oculto a los ojos del mundo, pero presente junto a Dios para aparecer, en el día de su gloria, como el verdadero “Hijo de David”. Algunos –los que son de la familia de Dios– le conocen y le honran como el verdadero Rey, aguardando su manifestación (Tito 2:13). Poseen un precioso secreto y una bienaventurada esperanza. De modo que el provisorio dominio de Satanás, “el príncipe de este mundo”, no debe impresionarlos: pronto será destruido, como lo es aquí la malvada Atalía. El coronamiento de Joás es, pues, la imagen de una futura escena que nuestros corazones proclaman por la fe.
Luego, el culto a Baal es extirpado de Judá, sin que sean necesarias las artimañas empleadas por Jehú.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"