Jehú, prosiguiendo su misión vengadora, encuentra una tropa de alegres jóvenes que siguen su camino con total despreocupación. Son los cuarenta y dos hermanos (o primos) de Ocozías. Sin sospechar lo que acaba de suceder, van a visitar a la brillante juventud de la otra familia real… ¡justamente esa cuyas setenta cabezas en ese mismo momento se juntan en dos montones a la puerta de Jezreel! ¡Pues bien!, en la muerte es donde se encontrarán. Pensemos en los innumerables jóvenes cuyo único propósito es gozar de la existencia, olvidando que la muerte puede sorprenderlos sin que estén preparados (Eclesiastés 11:9). Sí, cuántos de ellos hallaron esa súbita muerte, por ejemplo, en un accidente automovilístico, mientras corrían a sus placeres.
Otro encuentro más interesante es el de Jonadab, hijo de Recab. Es un hombre fiel. El capítulo 35 de Jeremías nos cuenta la historia de esa familia. Jehú se vanagloria de su celo por Jehová, luego lo invita a asistir a la masacre de los sacerdotes de Baal. Pero el ardid que emplea en nada es comparable con la escena del Carmelo que había traído de vuelta a Jehová el corazón de su pueblo Israel (1 Reyes 18).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"