Al considerar a Jehú, ejecutor de la venganza de Jehová, pensamos en el Rey, el Hombre valiente (Cristo), a quien se dirige el Salmo 45:
Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros
(v. 7; comp. 2 Reyes 9:6).
“En tu gloria sé prosperado; cabalga…” (v. 4; comp. cap. 9:16). “Tu diestra te enseñará cosas terribles. Tus saetas agudas… penetrarán en el corazón de los enemigos del rey” (v. 4-5; comp. cap. 9:24). Y en consecuencia se le confiere el trono, no por un tiempo limitado (a Jehú se le otorgan cuatro generaciones: cap. 10:30), sino “para siempre” (Salmo 45:6).
Mas el versículo 31 subraya el contraste y nos enseña una seria lección: es posible desplegar un gran celo por Dios, hacer obras espectaculares que tienen apariencia de fe y, sin embargo, buscar sus propios intereses.
El capítulo 11 nos transporta al reino de Judá, donde vemos a la abominable Atalía, digna hija de Acab y Jezabel, asesinando a todos sus descendientes varones para apoderarse de la corona.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"