El primer pacto es inaugurado solemnemente y sellado con sangre (leer Hebreos 9:18 y sig.). Además, Jehová muestra un poco del resplandor de su gloria a los ancianos de Israel. Ven “debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno (o en su pureza)” (v. 10; comp. Ezequiel 1:26). Sus pies… esta expresión sugiere el glorioso sendero del Hijo de Dios, tal como los evangelios nos lo presentan, un sendero «como el mismo cielo en pureza…». Cristo no solamente “descendió del cielo” y “subió al cielo”, sino que de una manera permanente, Él es “el Hijo del Hombre, que está en el cielo” (Juan 3:13). En los pasos de Cristo aquí abajo, en todas sus perfecciones morales, puede ser admirada la gloria de Dios (Salmo 68:24).
El que me ha visto a mí, ha visto al Padre,
(Juan 14:9)
dice Jesús a sus discípulos. El versículo 11 es la prefiguración de la santa libertad y de la comunión, de las cuales gozan actualmente los rescatados por el Señor Jesús. Sobre la base de la obra cumplida por Cristo y de su presencia a la diestra de Dios, ellos están en la gloria como en su hogar.
Pensamos también en Moisés sobre otro monte: el de la transfiguración, donde será testigo, junto con Elías y tres de los discípulos, de la gloria del Señor Jesús (Lucas 9:28-36).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"