Desde el capítulo 21 hasta el final del capítulo 23 se suceden mandamientos que completan la ley. En su perfecta sabiduría, Dios prevé todo lo que puede acontecer y penetra en las circunstancias más ordinarias de la vida de los suyos: la prenda de un pobre, el encuentro con un buey extraviado… Lo vemos tomar la defensa de los débiles, ponerlos bajo su protección.
Nosotros, los cristianos, tenemos en la inagotable Palabra de Dios, junto con las verdades fundamentales respecto a nuestro Salvador y nuestra salvación, instrucciones para nuestra vida diaria. Pero, a diferencia del pueblo de Israel, el Espíritu Santo nos ha sido dado. Él habita en el creyente y le hace conocer la voluntad de Dios para todos los detalles de su vida diaria. Le abre su inteligencia, le muestra lo que debe hacer y de lo que debe abstenerse. La Biblia es algo muy distinto de una compilación de reglas o una sucesión de prohibiciones y autorizaciones. Ella revela a un Dios de amor, a un Padre cuyo carácter somos invitados a reproducir.
Soy misericordioso,
(v. 27)
dice de sí mismo al final del versículo 27. “Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso”, enseña el Señor Jesús (Lucas 6:36).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"