El plan general de la epístola puede delinearse así: capítulos 1 y 2: testimonio personal del apóstol Pablo; capítulos 3 y 4: doctrina de la salvación por la fe; capítulos 5 y 6: vida práctica del redimido bajo la gracia.
El corazón del apóstol estaba consternado; su celo por la verdad era duplicado por su entrañable amor hacia los pobres gálatas. ¿Qué espíritu de extravío pudo haberlos seducido hasta el punto de olvidar la gracia de Dios? ¡Por desdicha, muchos creyentes hoy en día se les parecen! Cristo crucificado les fue presentado (v. 1). Creyeron en él y mediante el Espíritu Santo recibieron la seguridad de la salvación. Pero no le han confiado la conducción de su vida cristiana. “Habiendo comenzado por el Espíritu”, acaban por la carne (v. 3). Y ¿piensa usted que Dios, después de habernos justificado, pueda contar con nosotros para acabar su obra? No, y por eso la misma fe que nos salva es también la que necesitamos para vivir (v. 11). La justa ley de Dios, en cambio, solo podía hacernos morir, maldecirnos, pues éramos incapaces de cumplirla. Fue necesario que Cristo nos sustituyera bajo esa maldición de la ley. Él pagó el terrible precio para rescatarnos; llevó esa maldición cuando tomó en la cruz el castigo que nosotros merecíamos. ¡Por siempre sea bendecido!
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"