Jehová dio un hijo a la piadosa sunamita. Pero aún desea hacer algo más para ella: quiere que conozca su poder que resucita a los muertos. Un bebé que llega a una familia es una fuente de gozo para sus padres y hermanos. Pero, a los ojos de Dios, lo que más precio tendrá será el nuevo nacimiento de ese niño; el cielo entero se alegrará. Este paso de la muerte a la vida, que se llama conversión, ¿no es el más grande de los milagros? ¡Aún hoy, Jesús lo hace en los hogares de padres cristianos! ¿Lo ha experimentado usted?
Consideremos al Salvador en la casa de Marta, en Betania. Allí se le recibía con respeto y afecto, como Eliseo en casa de la sunamita. Pero fue necesario que esa familia le conociera bajo un nuevo nombre: “La Resurrección y la Vida” (Juan 11:25). Cuando murió Lázaro Jesús no estaba presente, y su tardanza podía parecer indiferencia. Pero era necesario que la fe fuese probada; en nuestro relato sucede lo mismo con la sunamita. A pesar de todo, ella dice que le va “bien”. Nosotros, que nos quejamos por tan poca cosa, no olvidemos, en todas nuestras dificultades, la contestación de esta mujer. ¡Ojalá también podamos decir, llenos de confianza: «¡Todo anda bien!»
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"