Nuestro capítulo nos muestra a Eliseo, figura del Señor Jesús, como fuente de bendición para dos familias. La primera es pobre: una viuda con dos hijos a merced de un despiadado acreedor. Pero su fe sabe a quien dirigirse (Salmo 68:5); ella recibe ese precioso y abundante aceite, mientras hayan vasijas vacías para contenerlo.
Siendo vendidos por nuestras iniquidades a Satanás, el terrible acreedor, este adquirió así derechos sobre nosotros (Isaías 50:1). Pero existe un recurso: volvernos al Señor. Entonces recibiremos el poder divino según la medida de nuestra fe (las vasijas vacías), no solo para la salvación de los que amamos, sino también para la vida diaria (v. 7).
La segunda familia es muy diferente. Es gente rica; no obstante, se recibe al varón de Dios con sencillez. Él se siente a gusto allí, y sus huéspedes están felices cuando se encuentra con ellos. Es un hermoso ejemplo para nosotros.
El Señor Jesús, ¿se siente verdaderamente feliz en nuestra casa y en nuestro corazón? ¿Podemos mostrarle todo, decirle todo y confiarle nuestros secretos deseos? Para conocerlos, no necesita un intermediario, como aquí al profeta. Él los otorgará si esos deseos son según Su voluntad (Salmo 37:4).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"