De parte de Jehová, Eliseo da a conocer el medio para no caer en manos de los moabitas. Y como siempre, este medio es la fe. Antes de recibir lo que sea, es necesario empezar a cavar pozos. Cuánto más pozos se caven, más agua se tendrá. Notemos que el agua llega
Por la mañana, cuando se ofrece el sacrificio
(v. 20).
¿No era en Jerusalén, muy lejos de esta región, donde se ofrecía el sacrificio? Sin embargo, a causa de ese sacrificio, las aguas corrieron. Comprendamos lo que esto significa: todas nuestras bendiciones emanan de la obra del Señor en la cruz.
Pero las aguas que representaban la salvación de los ejércitos de Israel, causaron la destrucción de los moabitas. Igualmente la muerte de Jesús, salvación para los creyentes, al mismo tiempo es la condenación del mundo (Juan 16:8).
Engañados por las apariencias, los moabitas son atacados y su país es devastado. Pero, lo que hace su rey –el horrible sacrificio de su primogénito– produce consternación en el campamento de los vencedores. Y finalmente, los ejércitos se separan sin que les quede algún beneficio real de esta lamentosa expedición. Tal será el resultado de lo que no emprendamos junto con Dios.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"