Jehová, quien hacía tres años había dicho a Elías: “Escóndete” (cap. 17:3), ahora le ordena: “Vé, muéstrate a Acab”. Y el profeta está tan dispuesto a obedecer en este caso como en el otro. Es un ejemplo para nosotros, que quizá tenemos la tendencia, según nuestro carácter, a mostrarnos o, en cambio, a ocultarnos cuando Dios nos pide justamente lo contrario.
¿A qué se dedica Acab durante la terrible sequía? Le vemos preocuparse por sus caballos y sus mulas antes que por la miseria de su pueblo. Abdías, su mayordomo, sin dejar de temer a Jehová, no tuvo la valentía de dejar a su impío amo. Hubiera tenido que renunciar a sus ventajas terrenales, quizás arriesgar su vida. Al igual que Abdías, muchos cristianos no están dispuestos a separarse del mundo para agradar al Señor, porque ¡esa elección les costaría demasiado!
Abdías teme anunciar a Acab su encuentro con Elías. Fácilmente se vanagloría de lo que hizo por los cien profetas; pero cuando se trata de cumplir con lo que Elías le pide, al pobre Abdías le falta lo que brillaba en la humilde viuda de Sarepta: la sencilla confianza en la palabra de Jehová.
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"