Elías no dependía del arroyo ni de los cuervos, sino de la palabra de Aquel que había dicho: “Yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer” (v. 4). Por eso, cuando el arroyo se seca, recibe un nuevo mensaje:
Yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente
(v. 9; Salmo 33:18-19).
Esta viuda se ve reducida a la más extrema pobreza, pero eso no importa, ya que Jehová dijo: ¡allí! Y esa mujer de fe, a la que el Señor Jesús citará a los habitantes de Nazaret para avergonzarlos (Lucas 4:25-26), vive una extraordinaria experiencia. Cuando Dios nos pide que hagamos cualquier cosa (aquí, la de alimentar a su profeta), al mismo tiempo nos da todo lo necesario para cumplirla. Pero se debe estar dispuesto a hacer primeramente y sin discutir lo que Dios pide. Es lo que nos enseña esa pequeña torta, prueba de la fe de esa mujer y «primicias» de una divina abundancia para su casa.
Después la viuda experimenta algo todavía más extraordinario: la muerte y la resurrección de su hijo. Nuestros pensamientos se elevan nuevamente del profeta al Señor Jesús, resucitando a los muertos. ¿No devolvió la vida al hijo único de una viuda? (Lucas 7:11-15).
Forma parte del comentario bíblico "Cada Día las Escrituras"